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En fin: me io pintó todo con colores tan seductores, que logró tranquilizarme un poco.

—Su hija de usted vestirá como una princesa.

Vivirá en una casa espléndida, etc., etc.

Vencieron por completo mi resistencia. ¡Viejo idiota! Había caído en una trampa.

—Y no crea usted—añadió el jefe de mi hijaque juzgo humillante su oficio. Hasta me enorgullece...

¡Qué bien supo engañarme el ladrón! Me desarmó completamente.

Al mismo tiempo, Natacha me decía al oído una porción de cosas.

—Gana tres mil rublos al año, ¿sabes?

—Y tengo algún dinero—proseguía el otro—.

Aparte de mi sueldo, cobro un tanto por ciento de los beneficios de la casa. Gano también con los proveedores. Le aseguro a usted que no nos moriremos de hambre.

—¡Papá, gracias a él he empezado realmente a vivir! Anteayer estuvimos en las carreras de caballos y ganó doscientos rublos... Con ese dinero me va a comprar un bolso.

En fin, me convencieron. Lleno de tristeza, le di a Natacha mi consentimiento para que se fuese a vivir con su jefe. ¡De todas maneras se hubiera ido! Yo no podía retenerla a la fuerza.

—Que vaya usted a vernos!—me dijeron al despedirse.

Algunos días después fué Natacha a buscarme.

Y tuve que ir con ella a casa de Vasily Ilich.