hacerla mi esposa; pero tropiezo con la oposición de mi abuela, que quiere casarme con una muchacha millonaria. A mí el dinero no me tienta. Es la mujer lo que me interesa, y no la dote.
Así es que no hay cuidado de que mi abuela me convenza. Está muy enferma, y los médicos me han asegurado que no vivirá un año. Hay que tener paciencia, pues si me casase con Natacha antes de que ella se muriese, me desheredaría, y es muy rica la condenada.
Luego me dió palabra de hacer a Natacha feliz.
—Heredaremos de mi abuela un capital muy importante, y abriremos una tienda de modas.
¡Verá usted qué bien lo pasamos! ¡Se lo juro a usted!
Y tuvo el valor de persignarse.
Natacha se acercó a mí y me abrazó. El otro continuó esforzándose en persuadirme.
—Hay que rebelarse contra los prejuicios. Viviremos como marido y mujer, aunque sin el detalle de la bendición del sacerdote. Yo lo consideraré a usted mi padre, lo que no me será difícil, pues soy huérfano. Venga usted a casa y verá cómo vivo...
Natacha confirmó: ¡Si viera usted qué casa tiene! ¡Qué calefacción!... También tiene una casa de campo.
—Venga usted con nosotros—interrumpió Vasily Ilich—a tomar el te a mi casa de campo. Daremos un paseo en bote por el río, pescaremos con caña...