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ción tuya! Mañana sabré la verdad: iré al almacén a enterarme.

Ella se asustó.

—¡No, papá, no haga usted eso! Voy a contárselo a usted todo, ya que se empeña usted...

Me enamoré de él... Se casará conmigo... estoy segura...

Lo comprendí todo: Natacha era la querida de su jefe.

— Conque sí, sinvergüenza? ¿Te has convertido en... una... ramera?

Quise lanzarme sobre ella; pero me faltaron las fuerzas y caí sin sentido.

El doctor, a quien avisaron en seguida, dijo que se trataba de una parálisis parcial, y que me restablecería en poco tiempo. En efecto: a los quince días pude levantarme. Durante la enfermedad me cuidaron Cherepajin y Natacha, que se había vuelto una hija cariñosa y tierna. Cherepajin tenía que obligarla a que descansara algunos ratos, pues no quería separarse de mí..

Cuando estuve bueno, me dijo: —Papá, usted se engaña: Vasily Ilich es un hombre honrado... Quiere hablarle a usted.

De pronto, como si todo estuviera preparado de antemano, entró Vasily Ilich.

No me mordí la lengua. Le dije que las personas decentes no obraban así.

El granuja pareció quedarse muy tranquilo y trató de justificarse.

—Amo a su hija de usted y estoy dispuesto a