son unos canallas que sólo piensan en perder a las muchachas inocentes. ¡Si alguno le ha hecho daño a Natacha Yakovlevna se va a acordar de mí!
Y rechinó los dientes de rabia.
Entré en el cuarto de Natacha: estaba durmiendo.
Herví agua en el samovar, compré unos panecillos en la tahona próxima y me desayuné. A las ocho, Natacha no se había levantado aún.
Por fin la of saltar de la cama y empezar a vestirse.
Entré de nuevo en su cuarto.
El portero me ha dicho que volviste muy tarde anoche. ¿Dónde estuviste?
Natacha me contestó con altivez: —Ya no soy una niña para darle a usted cuenta de lo que hago. Me gano la vida y soy dueña de hacer lo que me dé la gana..
Estaba peinándose ante el espejo, y lo hacía de un modo tan nervioso, que parecía que se iba a arrancar los cabellos.
Le afeé su conducta. Al oírme, se volvió a mí hecha un basilisco y gritó: —¿Qué quiere usted de mí? ¡Qué vida, Dios mío! Prefiero morirme...
—¡Vamos, Natacha, no seas así. ¿Qué te pasa?
Cherepajin te ha oído llorar esta noche.
¡Bueno, si he llorado, a nadie le importa!
¡Déjeme usted en paz!
Estaba tan excitada, que comprendí que era inútil seguir hablándola.