Página:El camarero (1920).pdf/218

Esta página no ha sido corregida
214
 

—¿Qué te pasa?—le preguntaba yo a Natacha. Por qué estás tan triste?

—Déjeme usted en paz!—me contestaba con enojo. No me pasa nada. Me aburro.

Una noche me dijo: —Además de aburrirme, estoy de mal humor, porque el otro día, en la cuenta, cometí un error de cinco rublos La explicación no me satisfizo: por cinco rublos no estaría tan abatida. Y decidí ir al almacén a informarme de su conducta.

Me subieron en ascensor, sin duda tomándome por un cliente. No tardé en ver a Natacha: estaba sentada ante un escritorio chiquito, que parecía un cajón, sellando unos papeles. El jefe que la había colocado andaba apresuradamente de un lado para otro, vigilando a las vendedoras, guiando a los clientes, dando órdenes a diestro y siniestro. Tan pronto firmaba los carnets que le alargaban las vendedoras, como las reñía, como hablaba con las compradoras, a veces hasta en alemán.

Procurando que no me viese Natacha, me aproximé a él.

—¿Qué?—le pregunté—. ¿Está usted contento con mi hija? ¿Se porta bien ?

Se volvió a mí, y con una sonrisa muy amable, empezó a hablar como una carretilla: ¡Estoy muy contento, muy contento! Es una cajera ideal. No se equivoca nunca. Estamos satisfechísimos de ella.