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Pero Glotanov, que estaba ya borracho, se enfadó y le dijo: —¡Cállate, sinvergüenza! No puedo permitirle a cualquier prostituta...

Se armó un terrible escándalo. Se rompieron yo no sé cuántas botellas de champagne. Al administrador del establecimiento le costó gran trabajo restablecer el orden.

La pobre francesa lloraba, toda manchada de caviar. Me dió lástima. ¡Cuántas criaturas como ella he visto en nuestros majestuosos salones blancos! Todas han sido honestas, puras, y la gente de alto copete las ha prostituído, convirtiéndolas en una mercancía que pasa de mano en mano...

Estas cosas tan tristes siempre me hacen pensar en mi hija Natacha. ¿Qué le espera en la vida? Ella no está llamada a heredar billetes de banco, acciones, casas de muchos pisos, como han heredado las señoritas Pupayev, nuestras caseras...

II

Ibamos, mal que bien, tirando, como suele decirse, y de pronto ha empezado todo a trastornarse.

El domingo por la mañana, después de oír, sin hacer caso de las burlas de Kolia, mi misa sema—" nal, me puse a tomar el té con gran calma, pues, como es sabido, el restorán no se abre los domingos hasta el mediodía. Teníamos un pastel de co-

El camarero
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