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La noticia nos produjo una gran impresión.

Mi mujer se echó a llorar.

—No llores—le dije—. Tu llanto no conduce a nada.

Nuestro nuevo huésped, el señor Kusnetzov, el que escribía en los periódicos, me dijo: —Su hijo de ustedes será pronto célebre.

Y, en efecto, cuando llegué a la mañana siguiente al restorán, mis compañeros me dijeron: —Los periódicos han publicado la noticia de la evasión de tu hijo y del registro que la policía hizo en tu casa.

Y me enseñaron un periódico. Con sorpresa y disgusto vi impreso en él mi nombre y mi apellido, el nombre del restorán donde servía y las señas de mi domicilio.

La noticia había sido redactada por Kusnetzov.

Momentos después, el maître d'hotel se acercó a mí y me manifestó: —El director ha mandado que se te despida.

Me veo en la precisión de cumplir dicha orden.

En la caja te pagarán lo que se te debe.

En el primer momento creí haber oído mal.

¿Qué se me despida? ¿Cómo? ¿Por qué?

—Lo único que puedo decirte es que he recibido esa orden.

Sentí como un golpe en la cabeza.

—Quisiera hablar al señor director—manifesté.

—Bueno, háblale. Está en su despacho.

El señor Stros accedió a recibirme. Sentado en un sillón, tomaba café.