Página:El camarero (1920).pdf/195

Esta página no ha sido corregida
191
 

Su actitud era recelosa. Miraba con inquietud a todos lados.

—¡Dese prisa!... Tenemos que hablar.

Y el desconocido apresuró el paso, casi echó a correr, haciéndome seña de que le siguiese. Iba bien vestido y parecía un hombre serio.

Le seguí.

Se metió por una callejuela y entró en una cervecería, donde entré tras él. Pedí cerveza para los dos, y el desconocido me advirtió: —Soy yo quien paga, ¿sabe usted?

Tras unos instantes de silencio, añadió: —Soy compañero de Nicolás... Uno y otro pertenecemos al partido. También me persigue la policía. Tengo el encargo de ayudarle a usted...

Me miró como si quisiera cerciorarse de que yo le creía, y siguió diciendo: —Me veo precisado a ocultarme, pues la policía, como le digo, me persigue. Pero no puedo dejar de ayudarle a usted, según se me ha encargado. Para eso necesito una habitación y un pasaporte. ¿Podría usted proporcionarme un pasaporte?

La petición me llenó de asombro.

—¿Cómo voy a proporcionárselo a usted?—le pregunté. No tengo más que el mío. La habitación tampoco puedo proporcionársela. Está terminantemente prohibido admitir huéspedes sin pasaporte.

Calló un instante, y me dijo: —Si al menos yo supiera adónde se ha ido su