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ese tío! Y además... No se lo diga usted a nadie: es un secreto. La dirección ha recibido un aviso de la policía, en virtud del cual pueden echarle a usted.

—¿Por qué?

—Porque es usted sospechoso, desde el punto de vista político.

—¿Yo?

Claro! Al menos para el director. ¿Acaso razona la gente de su calaña? Le basta con que su hijo de usted haya sido detenido. Teme por los altos personajes que vienen al restorán.

Y me guiñó el ojo maliciosamente.

—Como nosotros les servimos... Comprende usted?

Una semana después me llamaron a la gendarmería.

Creía que iban a anunciarme la libertad de Kolia; pero lo que hicieron fué empezar de nuevo a interrogarme acerca de los huéspedes. ¿ Qué podía yo decirles? No sabía nada. Hasta me amenazaron con desterrarme de la capital.

Mi desesperación no tenía límites. No podía cumplir en el restorán con mi deber tan cuidadosamente como lo había hecho hasta entonces, y sólo pensaba en la desgracia que pesaba sobre nosotros.

Un día me dijeron que me esperaba un botones en la cocina, adonde acudí presuroso.

—Es usted el señor Skorojodov?—me preguntó.