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Luego procedieron al examen de un álbum de fotografías.

—¿Quién es éste?—le preguntó a Kolia el inspector, señalando a un retrato Kolia no lo sabía. Era un cocinero de nuestro restorán muerto hacía mucho tiempo. Se lo manifesté al inspector, pero no me creyó.

—Bueno, ya lo veremos!

Y el representante de la autoridad se guardó la fotografía del cocinero y la de otro compañero mío, empleado a la sazón en un restorán de tercer orden.

Aquello tenía mucha gracia. ¿Qué demonios le habría llamado la atención en mis dos compañeros?

El examen del álbum duró todavía largo rato.

Cuando se le dió fin, el inspector sacó un papelito de la cartera y se lo enseñó a Kolia.

—No ha escrito usted esto?

Kolia miró el papel, no pudo reprimir un gesto de disgusto, y dijo: —No recuerdo... La letra parece la mía...

El inspector, entonces, leyó en alta voz: "...Se lo enviaré a ustedes todo"... ¿De qué se trata?... ¿Puede usted decirnos qué es "todo"?

—Sencillamente... fotograbados de cuadros... del museo... Yo los compraba a veces y se los enviaba a los huéspedes a la ciudad donde se hallaban.

El inspector se sonrió y le advirtió a Kolia: —¡Voy a detenerle a usted!