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Todo cuanto hice por calmarle fué inútil.

—No he recibido ninguna instrucción, y mi cerebro está como envuelto en una niebla. Si yo hubiera estudiado, quizás fuera ahora un gran hombre: siento dentro de mí muchas energías. En vez de ilustrarme me han dado este maldito trombón. ¡Canallas! ¡Si mi abuelo, el famoso bandido, viviera!

Rechinó con rabia los dientes.

—Ahora, al frente, a defender la patria... ¿Qué patria? ¡No la tengo!

Y le dió un puntapié al trombón.

Luego empezó a quejarse de dolor de cabeza.

Era ya muy tarde cuando nos separamos.

Me acosté.

Pero me esperaba una noche nada tranquila.

¡Qué noche! No la olvidaré nunca.

XVI

Serían las dos y media aproximadamente. Apenas me había dormido, mi mujer me despertó.

—Llaman a la puerta. ¡Levántate!

En efecto, había sonado un campanillazo muy fuerte. ¿Qué sería? Sin vestirme, corrí a abrir.

Kolia se levantó, presuroso, y empezó a ponerse, temblando, los pantalones. Cherepajin saltó también de la cama.

—Es que vienen a buscarme a mí... para la movilización.

El camarero
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