Página:El camarero (1920).pdf/180

Esta página no ha sido corregida
176
 

gustos hemos tenido ya con el suicidio de Echov!

¡No, eso no!

Cherepajin apoyó la cabeza en la mesa y rompió a llorar.

—¡Esto ya no tiene remedio! ¡Dios mío, no hay un hombre en el mundo más desgraciado que yo!

—¡Vamos, vamos! Aún es usted joven, vigoroso... Todo se arreglará.

¡No, no hay remedio para mí! Quisiera matar a alguien, quisiera romper algo...

Cogió el trombón, con el decidido propósito de hacerlo pedazos; pero yo se lo quité.

—¡Nada de escándalos, se lo ruego! Natacha Yacovlevna está durmiendo.

Estas palabras produjeron su efecto; Cherepajin se calmó un poco.

—Sí—dijo—, Natacha Yacovlevna... ¡Si supiera usted lo que pasa en este corazón!...

Y se dió un fuerte puñetazo en el pecho.

—¡Quisiera morirme, reventar como un perro!—añadió.

—La vida nos la ha dado Dios—le contesté, y hay que vivir.

—¡La vida se me importa un bledo! Para mí siempre ha sido amarga. De muchacho trabajaba como un negro en una vidriería; mi padre perdió la salud en una fábrica; mi hermana Katia se envenenó. No he conocido a mi madre... Y ahora este trombón de los demonios... ¡No, esto no es vida! ¡Es una porquería! ¿Por qué me hicieron músico ?