mujer. Habrá la muchacha abandonado a su amante y querrá escaparse con Kolia?
Y añadió algunas tonterías por el estilo.
Media hora después volvió Kolia.
—¿Qué significa todo esto?—le pregunté.
Me explicó que Vasikov había venido a invitarle a pasar la velada en su compañía, y que él no había aceptado, limitándose a acompañarle un rato.
Para ver si lograba que nos animásemos un poco, reuní a toda la familia en una habitación.
—¡Todos estáis como escondidos!—les dije—.
¡Esto es insoportable!
Mandé a Natacha por avellanas a la tienda, nos sentamos alrededor de la mesa y nos pusimos a jugar a las cartas.
—¡Vamos! ¡A alegrarse!—grité.
Pero no conseguí nada. Nadie se alegró. Sobre todo Kolia, parecía muy triste y nada tranquilo.
¡No puedes disimular que estás pensando en la muchacha!—le dijo mi mujer.
El tiró las cartas sobre la mesa y salió más que aprisa. Ni para cenar volvió a entrar.
Cuando me disponía a acostarme se me acercó y me suplicó: —No le diga usted a nadie que yo me he lle vado en un coche el equipaje de los huéspedes.
—¿Por qué?
S —Porque la policía sospecha de todo el mundo y no permite la propagación de las buenas lec-