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usted. Además, está usted borracho. Para comprender la vida es preciso ser inteligente y reflexionar, y usted sólo sabe tocar el trombón...

Con gran sorpresa vi, por la ventana, bajar a Kolia de un coche de punto que se había parado a la puerta.

Kolia entró y dijo que había que llevar a la estación los libros de los huéspedes, que se iban inmediatamente a Voronech: el tío de la señorita estaba muriéndose, y ella quería marcharse en seguida.

Kolia cogió el equipaje y se fué en el mismo coche a la estación.

Mi mujer estaba muy inquieta y no creía en el tío moribundo de la señorita.

Le mandé a Natacha que pusiera a la puerta un anuncio diciendo que alquilábamos una habitación. Lo hizo así, se vistió ante el espejo y se marchó.

—¿Dónde vas?—le pregunté.

—Al museo.

Próxima ya la hora de mi entrada en el restorán, me fuí yo también, en compañía de Kiril Saverianich. Al doblar la primera esquina vi a Natacha, que se dirigía a un coche de punto, del brazo de un oficial. Se me heló la sangre en las venas. No cabía duda, era ella; la reconocí por su cuello de piel blanca. Eché a correr en su seguimiento; pero antes de que yo pudiese alcanzarlos subieron al coche y se fueron. Pregunté en la parada la orden que le habían dado al cochero,