Página:El camarero (1920).pdf/160

Esta página no ha sido corregida
156
 

Se acercaban días muy dolorosos para mí.

—Hay un medio—me dijo Kiril Saverianich aquella mañana—de ganar en muy poco tiempo algunos centenares de rublos.

—Cuál es?—le pregunté, pensando en que por ese medio podría adelantarse la realización de mis sueños.

—Uno muy sencillo contestó: adquirir acciones en la Bolsa. Si se tiene suerte, se puede ganar una fortuna.

Y empezó a explicarme el negocio. Yo no entendí nada, pero la idea me sedujo.

—Hay que pedirle consejo a Chemodanov—me advirtió Kiril Saverianich—. Es muy entendido en negocios de Bolsa, aunque tiene un comercio de avena.

Y nos encaminamos a casa de Chemodanov, el cual nos recibió muy bien.

—Acaban de encargarse a la fábrica de municiones mil cañones para la guerra. Lo sé de buena tinta. Comprando acciones de esa fábrica, antes que el público se entere del pedido, se puede ganar mucho dinero.

Kiril Saverianich manifestó: —Sí, es una ocasión que debe aprovecharse.

Tardé cuatro días en decidirme. En esos días las acciones subieron seis rublos. Yo me indigné como si me los hubieran robado. Saqué de la caja de ahorros mi dinero y me fuí a ver a Kiril Saverianich. El había ya comprado acciones y ganado cien rublos. Consintió en acompañarme al