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otro. Si creen que olvidaré la deuda, están aviados. ¡Se había uno divertido si tuviera que pagar por todos los clientes que se dejan la cartera en casa!

Hay personas que no tienen posibles, pero que se pirran por hacer creer que son muy ricas, principalmente cuando van con mujeres. Les halaga subir por nuestra escalera, alfombrada lujosamente, y comer en nuestros salones de paredes blancas, adornadas con altos espejos. Naturalmente, el darse ese gusto les cuesta demasiado caro, sobre todo con lo caprichosas y exigentes que son las mujeres a quienes acompañan. ¡Y hay que ver la cara que ponen al mirar la cuenta!

Como si fuesen a comprobarla, salen a veces con nosotros al pasillo, y nos suplican, temblándoles la voz, que les prestemos algún dinero. Con frecuencia, no puede uno negarse, y no suele perderlo, sino ganar algunos rublos, que vienen a ser los intereses del capital prestado. En esto no hay nada inmoral; los ricos procuran también sacarle a su dinero el interés que pueden. El señor Glotanov suele hablar durante la comida de la necesidad de hacer circular el capital, para que aumente, y tiene ya tres casas que le producen grandes beneficios.

El señor Glotanov es muy amigote de Vasily Vasilievich Kacherotov, a quien nosotros conocemos por "La Providencia". Les presta dinero a los hijos de familias ricas y lo cobra después con intereses muy crecidos. Cuando le conocí era un