Página:El camarero (1920).pdf/149

Esta página no ha sido corregida
145
 

todo lo que les habían permitido a los tres caballeros, y me lo había guardado yo. Inspeccioné todos los rincones, miré debajo del sofá, hasta debajo de la alfombra, y encontré cuarenta kopeks más. Me acerqué después a la mesa y me acometió un gran temblor: debajo de ella había varios billetes de banco.

En aquel momento entró otro camarero a ayudarme. Temiendo que viese el dinero, le dije que se llevase los platos, y cuando salió, me agaché y me apoderé de los billetes. Eran cinco, de cien rublos cada uno. Sin duda, el siberiano más joven Jos había dejado caer haciendo sus juegos de manos. La emoción me hacía temblar de pies a cabeza y ponía como una niebla ante mis ojos. Cuando ya no sabía qué economías inventar para aumentar más aprisa los ahorros que destinaba a la casita, quinientos rublos de una vez se me venían a las manos como caídos del cielo.

Me escondí el dinero en una bota y corrí al water—closet, donde lo saqué y me lo guardé en el bolsillo del frac. Pero recordé luego que, acabado el servicio, tenía que dejar el frac en el cuarto de la servidumbre y me trasladé los billetes al seno.

Estaba como loco. Mil pensamientos encontrados cruzaban por mi mente.

"Si ese señor—decía para mis adentros—advierte que ha perdido los quinientos rublos, ¿ vendrá aquí a buscarlos o creerá que los ha perdido en otro sitio? En realidad, quinientos rublos para él no

El camarero
10