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Yo sabía que era puro como un niño, a pesar de sus diez y ocho años.

Siguieron largo rato mirando las films. Cuando empezaban a decidirse por una mujer, les llamaba la atención otra.

¡Es una lástima!—decía el siberiano viejo—.

Las niñas apenas tienen pecho...

El representante replicaba: —Pues opte usted por lo que más le guste: por el pecho o por la niñez. O decídase por un término medio.

Al cabo me mandaron llamar de nuevo al maître d'hotel. Acudió presuroso, y los tres caballeros le hicieron el pedido. Poco después llegaron a nuestro restorán tres muchachas. Se las condujo, sin que pasaran por los salones, al gabinete. No era la primera vez que visitaban nuestros comedores particulares, y se podía contar, desde luego, con que les harían gastar a aquellos señores todo el dinero que pudieran.

¡Hay que ver las cenas que suelen pedirse en los gabinetes! La elección del menú es verdaderamente fantástica. A veces, las mujeres piden exprofeso platos que ni siquiera figuran en la lista. y ¡claro!, el maître d'hotel les pone precios exorbitantes. Vienen con frecuencia clientes como los siberianos, por ejemplo, que no entienden de buenas comidas y se pirran por los platos extraños, nunca demasiado caros para ellos.

—Quere usted créme de la reine?—pregunta el maître d'hotel.