treinta y nueve años de trabajo duro y constante, creo que me lo merecía.
Todas las noches cerraba los ojos pensando lo grato que sería tomar te en mi propio jardín...
Te con confitura.
¡Quién iba a decirme que aquellos deliciosos sueños habían de convertirse pronto en humo de una manera tan cruel!
XII
Era por los días siguientes al de Nochebuena, y la concurrencia a los restoranes era enorme.
En nuestro oficio hay meses durante los cuales ganamos casi tanto como en medio año. Muchos ricos vuelven del extranjero, de los balnearios, y la ciudad se anima en extremo. Muchos propietarios rurales regresan también de sus fincas.
Han vendido ya el trigo y traen dinero fresco para divertirse. También vienen a la ciudad los administadores de los grandes terratenientes. Todos llegan ansiosos de respirar el aire de la capital. Las carreras atraen a gran número de aficionados y de vendedores de caballos. Unos y otros gastan de lo lindo en los restoranes y gozan deslumbrando a la gente con sus derroches.
En fin, la actividad en tal época del año llega a su grado máximo en los establecimientos como el nuestro. Es la estación de oro. No hay que olvidar tampoco a la gente que viene de la Siberia: