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interés; pero cuando hace falta dinero, no debe uno pararse en pelillos.

Yo también conocía al notario aquel. Se llamaba Vasily Semenich Strenin. Es un hombre muy rico. Come con frecuencia en el resto rán, en compañía del señor Glotanov.

Kiril Saverianich me aconsejó que solicitase de él un préstamo cuando tuviera ahorrados mil rublos.

—Hay que hacer economías—me dijo. Te felicito cordialmente por tu determinación. Todo ciudadano debe ser propietario. Comprendiendo lo útil que eso es para la patria, los gobiernos han creado las cajas de ahorros. Yo siempre estoy aconsejándoles a mis oficiales que ahorren; lo considero un deber patriótico. En el extranjero, en los países civilizados, ¿por qué reinan el orden y la tranquilidad? Porque todo el mundo hace economías. Hasta en las escuelas se procura despertar en los niños el amor al ahorro. Casi todos los obreros tienen su casa propia...

Aquella conversación acabó de consolidar mi propósito de ahorrar todo lo que pudiera.

Al irme al restorán entré en la iglesia y mande decir una misa por el éxito de mi proyecto.

Noche y día soñaba con mi casita. Tendría un huertecillo, algunos árboles frondosos ante las ventanas, flores, girasoles... Tendría también un corral con pollos y gallinas, como los que habla visto en casa de nuestro cocinero. ¡Dios mío, aquéllo iba a ser un verdadero paraíso!... Después de