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dezco a usted; pero es necesario que eso le sirva de lección. Sobre todo, para quien debe ser un saludable escarmiento es para su hijo de usted...

¡Se cree más inteligente que los demás, y he ahí los resultados! Su orgullo ha sido castigado.

Tras unos instantes de silencio, Kiril Saverianich continuó: —En fin, reflexiones aparte, yo estoy dispuesto a perdonar a ese joven su falta de respeto, tanto más cuanto que se halla bajo el peso de una desgracia. Vamos a tomar el té.

Durante el té estuvo muy amable conmigo. Me habló largo y tendido de filosofía, y yo le escuché con gran placer. No se puede negar que es un hombre de mucho talento y sólida instrucción. Me prometió reanudar sus visitas a casa y estar cariñoso con Kolia. Le mandó a un oficial que me cortase el pelo y me afeitase, aunque acostumbro a afeitarme yo mismo.

Nuestra vida volvió a ser tranquila, suave.

Nuestros huéspedes, gente bonísima, me pagaban con puntualidad, a pesar de su pobreza. Kolia intimó mucho con ellos. Mi mujer me decía que, cuando no salían de noche, se pasaban la veladacharlando con el chico.

—Yo empiezo a temer—añadía—que Kolia se enamore de la muchacha. Es muy simpática y se ve que le gusta mucho. A mí, si quieres que te sea franca, una mujer que vive con un hombre sin estar casada con él me inspira poca confianza...