Página:El camarero (1920).pdf/122

Esta página no ha sido corregida
118
 

Acaso se apiade de nosotros. Sería un dolor que todos estos años de estudios no le sirvieran al muchacho para nada... ¿A qué puede aspirar ahora? A un empleo de mala muerte...

Le prometí ir a ver de nuevo al director, y nos acostamos. Yo seguía sin poder dormir. Me atormentaban los más negros pensamientos. ¿ Haría Kolia algún disparate? Aquella carta que había estado escribiendo me inquietaba. En un muchacho tan arrebatado, todo era de temer. Le oí toser en el pasillo que le servía de alcoba. Me levanté y fuí a verle.

Estaba acostado, sin desnudarse, y con las botas puestas, tenía la cara hundida en la almohada.

—Kolia, įno duermes?—le pregunté.

—No.

—¿Por qué?

—No lo sé.

— Duérmete, tonto!... No caviles. Dios nos ayudará y saldremos a flote Kolia callaba No puedo verte sufrir así.... ¿Por qué no te desnudas?

—Es lo mismo...

Se oyó en el camastro un profundo suspiro.

Me senté al lado de mi hijo y empecé a acariciarle y a dirigirle palabras de aliento.

—No te apures. Yo creo que se arreglará todo.

Haré cuanto esté en mi mano para que vuelvan a admitirte en el liceo. Si quieres, iré a ver a un general muy influyente que come con frecuencia