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EL CAMARERO


I

Soy un hombre pacífico y acostumbrado a dominarme; no en balde llevo treinta y ocho años de camarero. Sin embargo, aquellas palabras me hicieron el efecto de un latigazo, sobre todo porque tuve que oirlas delante de mi querido Kolia[1].

—¿Con qué derecho—me gritó el huésped— mete usted a nadie en mi cuarto? Hasta ahora he tenido confianza en usted y nunca he cerrado con llave; pero usted se ha introducido como un ladrón. ¡Si usted acostumbra en su restorán a aligerar los bolsillos de los clientes, yo no estoy dispuesto a permitirle!...

¡Dios mío, qué cosas me dijo! Y eso que no estaba borracho. Se hubiera pensado, al oirle, que guardaba un tesoro en su cuarto.

En el fondo, lo que le movía a tratarme así era el deseo de venganza, pues le habíamos suplicado que buscase otra habitación. ¡Le habíamos


  1. Diminutivo de Nicolás.