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el mundo y quiero obsequiarla a usted." Le ha dejado la sortija en la mano y se ha ido.

Este pobre Cherepajin tenía una hermana, Katia, a quien quería mucho. Era modista y se suicidó, a causa de un amor desgraciado. Me lo ha contado él mismo. La infeliz vivía con un joven que se casó y la abandonó. Ella tomó un veneno.

Cherepajin buscó al joven y le mató de un puñetazo. El tribunal le absolvió y sólo le impuso una penitencia religiosa. El pobre muchacho cayó luego en una especie de melancolía y se encariñó con nosotros como si fuera cosa nuestra. Se entregó a la bebida. Cuando está borracho asegura que tiene que hacer algo extraordinrio.

—Ya veréis de lo que es capaz Cherepajin!griţa.

Se avergüenza de su profesión de musiquillo, y le tiene odio al instrumento que toca.

Ese maldito trombón!—se lamenta—. ¡No podré librarme de él en la vida!

Natacha, a veces, se divierte en hacerle rabiar.

—Pero, Cherepajin; siendo usted tan grande y tan forzudo, no le da vergüenza de tocar el trombón, como si fuera usted un niño? Si, al menos, tocara usted el piano... ¡El trombón ni siquiera es instrumento musical!

El se pone muy colorado, y, frotándose las manos, dice: —Es instrumento musical; pero, ¡claro!, no tan bonito como el piano. Si yo hubiera tenido dine-