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tapices, en los cojines, en el papel de las paredes, hasta en el suelo... Este otro dibujo lo representa disfrazado de doncella en la cocina de casa. Pero, perseguido por el amor de nuestro cocinero Luca, se ve obligado a huir. En este dibujo aparece en una casa de locos. En este otro, en un convento; los sufrimientos de su amor desgraciado le han hecho renunciar al mundo. Sin embargo, sigue enviándole a Vera todos los días cartas apasionadas. Miren ustedes las huellas de sus lágrimas en las cartas. Al fin muere de pena, no sin antes enviarle a Vera, como recuerdo eterno, dos botones de su uniforme y un frasco llen } de sus lágrimas.

—Señores, el te está servido—anunció Vera Nicolaievna.

VII

El sol se ponía lentamente. La banda de cielo rosada, estrecha como una rendija, que se veía aún en el horizonte, entre una gran nube y la tierra, desaparecía. No tardaron en hacerse invisibles tierra, cielo y árboles. En lo alto brillaban grandes estrellas parpadeantes. El faro lanzaba al cielo una fina columna de luz azulada y proyectaba en él un círculo luminoso y vago.

Las mariposas nocturnas chocaban con las pantallas de cristal de las bujías. El tabaco que florecía en la terraza exhalaba un olor más acre que durante el día.