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e interesante. Tomaba como base de sus relatos un episodio de la vida real, en el que uno de los asistentes o alguno a quien todos los asistentes conocían, jugaba el papel principal: pero al referirlas, exageraba las cosas de un modo grotesco, poniendo una cara tan seria que los que le oían se desternillaban de risa.

Contó el fracaso sufrido por su cuñado Nicolás Nicolaievitch en sus pretensiones matrimoniales respecto a una hermosa y rica dama. Lo único verdadero era que el marido de aquella dama ne había querido divorciarse; pero la imaginación del príncipe añadió a tal hecho detalles por completo fantásticos. El narrador representó a Nicolás, hombre ordinariamente grave, seco y un poco afectado, corriendo a media noche por la calle, en calcetines, con las botas debajo del brazo; luego seguía una escena cómica: un policía quería detenerle, y Nicolás se veía muy apurado para probarle que no era un ladrón, sino el sustituto del fiscal. Después de largas peripecias dramáticas.

Nicolás casi conseguía su objeto; pero minutos antes de la boda, la banda de testigos falsos a quienes había recurrido para obtener el divorcio se declaraba en huelga pidiendo aumento de silario, y Nicolás, por avaricia—en efecto, era un poco avaro, y como enemigo de las huelgas, se negaba a pagarles más, basándose en ciertos artículos de la ley. Entonces, los falsos testigos, en el momento crítico, declaraban que cuanto habían afirmado antes era mentira; que el marido de la