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Ya sabes tú de qué se trata... Vamos, hijas mías...

¿Qué nos vais a dar de comer? Después del régimen alimenticio a que me han tenido sometido esos malditos doctores, tengo un hambre terrible... digna de un cadete.

El general Anosov era compañero de armas y amigo entrañable del padre de Vera y de Ana.

Toda su amistad y todo su amor al difunto los había puesto en sus hijas, a quienes conocía desde su más tierna infancia, y de una de las cuales, Ana, era padrino. Cuando eran pequeñitas las visitaba diariamente. Las niñas le adoraban; nadie sabía jugar con ellas de un modo tan encantador; además, les llevaba siempre bonitos regalos y las convidaba con frecuencia al teatro y al circo.

Pero lo que las divertía sobre todo y se había grabado en su memoria para siempre—eran sus relatos de expediciones militares, de batallas, de campamentos, de victorias y retiradas, de muertos y heridos, que él las hacía con una calma épica y un tono bonachón, por la noche, mientras no se iban a acostar.

A la sazón, aquel resto viviente de los viejos tiempos era una figura pintoresca y simpática.

Aunque era general, había en él una extremada sencillez, que rara vez se encuentra en los oficiales; era un creyente profundo e ingenuo, al modo de un simple soldado, fríamente valeroso, sumiso ante la muerte, piadoso con los vencidos y de una paciencia sin límites.

Había tomado parte en todas las guerras de