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tenía unas anchas alas, que se plegaban como abanicos. Estaba todavía vivo y agitaba las branquias.

Ana le tocó suavemente la cabeza con el dedo, y al verle sacudir la cola retrocedió dando un chillido.

—¡Esté tranquila su excelencia!—le dijo el cocinero a Vera, comprendiendo que la comida la inquietaba—. Todo estará muy bien. Acaban de traer unos buenos melones... Permítame que le pregunte en qué salsa quiere que se prepare el gallo: ¿en salsa provenzal, o polaca? ¿O quizá en salsa tártara?

—Como quieras, y puedes marcharte— ordenó la princesa.

IV

Minutos después empezaron a llegar los invita dos. El príncipe Chein llevó a su hermana, la viuda Ludmila Lvovna Durasova, una mujer gruesa, suave y silente; a un joven muy rico, un Don Juan, alegre como unas castañuelas, a quien todos llamaban cariñosamente Vasiuchok[1], y que era utilísimo en sociedad, pues sabía organizar espectáculos y fiestas de caridad, y a la pianista Yenny Reiter, que había estudiado en el Instituto Smolny con la princesa Vera. No tardaron en llegar el hermano de ésta, Nicolás Nicolaievich; el marido de Ana; el profesor Spechnikov, gor-


  1. Diminutivo de Vasily.