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¡Ah, pobrecito mío! Entonces usted vive de su trabajo? Su vida será muy penosa... ¿Tiene usted amigos? Evitará usted la sociedad, ¿no?

La artista seguía haciendo nuevas preguntas a las que el joven ni siquiera tenía tiempo de contestar. De un modo inesperado le preguntó:

—Dígame, ¿ha estado usted enamorado alguna vez?

El la miró asombrado, con una sonrisa de confusión.

—Sí, cuando tenía catorce años, estuve enamorado de una prima mía.

—¿Y nada más?

—Nada más.

— Palabra de honor?

—Palabra de honor.

—Y nunca ha querido usted a una mujer "completamente"?

Comprendió él el sentido de la pregunta, y con voz turbada balbuceó:

—No, nunca.

—Y yo?—preguntó ella con voz apasionada y queda, inclinándose hacia el mancebo hasta hacerle sentir el calor de su piel. Yo le gusto?

¡Pero míreme usted a los ojos para contestarme!

Cogió la cabeza de Sumilov y la volvió hacia ella. El fuego de sus ojos asustó, en el primer momento, al joven, que no tardó en sentir arder en las suyos la llama del deseo.