Página:El brazalete de rubíes - Kuprin (1920).pdf/154

Esta página no ha sido corregida
154
 

JII Bajaba la escalera, invadida por un público clamoroso, procurando no pisar los vestidos de las señoras. Alguien le tocó por detrás en el hombro. Sumilov se volvió y reconoció al estudiante de derecho Biber, hijo de un famoso millonario y compañero suyo de liceo.

Biber estaba muy contento. Abrazó a su amigo por la cintura, y, apretándole contra sí, le dijc al oído:

—Ha aceptado... No tardarán los "troika"... He enviado por ellos...

—¿Quién ha aceptado?—preguntó Sumilov.

—¡Pues ella..., la señorita Ducroix! Hemos encargado una cena al hotel de Europa... Al principio se negaba obstinadamente; pero al cabo ha cedido... Iremos todos... ¿Tú vendrás también, claro?...

— Yo? No, no iré.

Sumilov no había pertenecido nunca al círculo de Biber, formado por la juventud dorada de la Universidad: hijos de grandes terratenientes, de banqueros y de ricos comerciantes. Biber, aunque lo comprendía, se hallaba en ese estado de entusiasmo en que se siente la necesidad de hacer algo agradable para los demás.

¡No digas tonterías!—protestó—. Tienes que venir con nosotros. ¿Por qué no quieres?

Sumilov se echó a reír.

( 3