Página:El brazalete de rubíes - Kuprin (1920).pdf/150

Esta página ha sido corregida

UN CAPRICHO



I

El enorme salón de conferencias de la Universidad parecía mundado por un mar de luces. En un extremo se alzaba un vasto estrado, engalanado con banderas y plantas. Sobre él había un piano con la tapa levantada.

Aunque parecía que no quedaba ya ni un sole sitio libre, olas de espectadores penetraban sircesar en el enorme salón por la puerta de entrada. La vista se perdía en aquel agitado mar de cabezas, de tocados, de fracs negros, de uniformes militares, de claras "toilettes", de mujeres, de abanicos inquietos, de brazos finos calzados con largos guantes blancos, de gestos y sonrisas llenos de coquetería.

Un gentil cantante subió al estrado. Con paso seguro, casi orgulloso, avanzó desde la escalinata. Vestía de frac y llevaba una rosa roja en el oja! de la solapa. Siguiéndole como su sombra, subió también, casi inadvertido, su acompañante, que se sentó al piano. Llevaba una larga melena que iе caía sobre los hombros.

Inmediatamente reinó el silencio.

Varios estudiantes pertenecientes a la junta or-