Mas he aquí que una mañana oyó el galope de un caballo y corrió al camino. Sobre un caballo cubierto de espuma marchaba veloz un viajero. Demir—Kaia se lanzó hacia él, se asió a la brida y le rogó:
—¡Hermano mío, entra en mi casa! Refrigera tu rostro con el agua límpida de mis fuentes, come, bebe y fuma una pipa de mi perfumado calian.
Pero el otro gritó furioso:
—¡Déjame, viejo! ¡Lárgate!
Y le escupió en la cara, le dió en la cabeza un fuerte latigazo y siguió galopando.
La sangre orgullosa del viejo bandido se removió en las venas de Demir—Kaia, que cogió una pesada piedra y se la tiró a la cabeza al jinete.
Este vaciló y cayó del caballo.
Horrorizado de lo que había hecho, Demir—Kaia corrió hacia el herido y le dijo tristemente:
¡Hermano mío, te he matado!
Pero el moribundo contestó:
—No has sido tú quien me ha matado; ha sido la mano vengadora de Allah. Escucha. El pachá de nuestra región es un hombre injusto y cruel.
Mis amigos han organizado contra él una conspiración. Pero, tentado por una rica recompensa, he decidido traicionarlos. Y he aquí que, cuando corría a denunciar a mis amigos, he sido detenido por la piedra que me has lanzado. Es la voluntad de Dios. Quien me ha matado ha sido Fl.
Lleno de dolor, tornó Demir—Kaia a su casa.