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¡Honor a vosotros, antiguos amigos desconoc™dos, de quienes nos separan siglos y siglos! ¡Honor a vosotros, que tanto padecisteis! Ibais a la muerte con una sonrisa en los ojos, que miraban siempre adelante, al porvenir remoto. Preveíais a las generaciones futuras emancipadas, fuertes, triunfantes, y les enviábais vuestra bendición al morir...

¡Queridos amigos! Beba cada uno de nosotros, sin pronunciar una palabra, en un silencio religioso, un vaso de vino a la memoria de aquellos mártires lejanos. Y sienta cada uno de nosotros en su corazón la bendición de su mirada." Y todos bebieron en silencio.

Pero una mujer de maravillosa belleza que estaba sentada junto al orador se apretó de pronto contra él y empezó a llorar dulcemente. Y cuand el orador le preguntó por qué lloraba, le contestó con voz muy queda:

—A pesar de todo, yo quisiera haber vivido en aquella terrible época..., con ellos..., con los mártires...