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fuertes, alegres, vestidos con esplendidez—se reconocían, cambiaban sonrisas, se saludaban levantando sus vasos, a través de una distancia de 20.000 kilómetros. Pero a causa del ruido general, de las sonoras risas, ni unos ni otros oían aún la voz de los amigos lejanos.

El presidente entonces se levantó de nuevo y manifestó con un gesto que quería hablar. Todos, al punto, enmudecieron en los dos extremos de!

mundo.

He aquí lo que dijo el presidente:

"Mis queridas hermanas y queridos hermanos! Vosotras, encantadoras mujeres, a quienes admiro con pasión, y vosotros, a quienes amé en otro tiempo y para quienes mi corazón está lleno de gratitud, escuchad! ¡Gloria a la vida eternamente joven, bella, inagotable! ¡Gloria al Hombre, único dios de la tierra! ¡Gloria a su cuerpo taumatúrgico y a su espíritu inmortal!

Os miro, amigos soberbios, alegres, audaces, seguros de vosotros mismos, y un gran afecto llena mi corazón. Nuestra mente no conoce obstáculos, nada puede oponerse a nuestros designios.

No hay entre nosotros sumisión, ni dominación, ni celos, ni hostilidad, ni violencia, ni engaño. Todos los días abren ante nuestros ojos misterios que dejan de serlo para nosotros, y la ciencia se desenvuelve de un modo admirable. La muerte misma no nos espanta ya, porque nos vamos de la vida sin que la vejez nos haya desfigurado,