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UN BRINDIS



El año 200 de la nueva era tocaba a su término. Sólo faltaban quince minutos para la hora en que, el mismo mes y el mismo día, doscientos años antes, el último estado gobernado conforme al viejo sistema, el país más obstinado, conservador y rutinario—a lo que parece, Alemania—, había renunciado, al fin, a su ciego chauvinismo, y con alegría de toda la tierra había entrado en la unión anarquista de hombres libres del mundo entero. Según el calendario antiguo, eso había ocurrido el año 2906 después de Jesucristo.

Pero en ninguna parte se festejaba la entrada del Año Nuevo con tanto esplendor y alegría como en los polos Norte y Sur, en las estaciones centrales de la gran Asociación Electro-Maguética.

Durante los últimos treinta años, millares y millares de ingenieros, de mecánicos, de técnicos, de astrónomos, de matemáticos, de arquitectos y de otros sabios especialistas, habían trabajado infatigablemente en la realización de la más grandiosa y heroica idea del siglo xxxn. Acariciaban el proyecto de convertir el globo terráqueo en una gigantesca bobina electro-magnética y con ese ob-

El brazalete
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