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y con afectacion, caerá efectivamente del mismo modo en várias ridiculeces. Mas quánto valga el decente atavío en los versos, conoceráse por esto: múde uno los nombres figurados moderadamente por razon del dialecto, de las metáforas, y de las demas bellezas, en los nombres ordinarios; y verá ser verdad lo que decimos. Por exemplo; haciendo un mismo verso yámbico Esquílo y Eurípides, mudando éste una sola palabra por la comun usada, en frase nueva, ya su verso es elegante; y el de aquel frio[1]: porque dijo Esquílo en el Filoctetes; Cangréna de mi pié come lo momio: y Eurípides en lugar de Come puso Se regala. Y si por el verso de Homero[2], Un apocado á mí, cenceño y zopo! sustituyere otro así de frases comunes; A mí, siendo pequeño, vil y feo! Y por este; El coche mal parado, y parca mesa; estotro; Una calesa mala, y corta mesa: y en lugar de aquello; Las riberas vocean, diga; Las riberas claman. Asimismo Arifrades befaba los Poetas trágicos, porque usan modos de hablar que ninguno usaria en la conversacion; como, De las casas fuera; y no, Fuera de las casas: Detígo, por De tí[3]; Aquése, por ese; y De Aquíles respeto, y nó Respeto de Aquíles; y tantos otros términos semejantes. Mas no tiene razon: porque todas estas cosas, por no usarse comunmente, hacen que el estílo no sea vulgar; y Arifrades no queria entenderlo. Por tanto, es cosa grande sin disputa el usar de qualquiera de estas cosas oportunamente; pero grandísima el ser metafórico: porque solo esto es lo que se puede practicar sin tomarlo de otro, y es indicio de buen ingenio: pues aplicar bien las metáforas es indagar, qué cosas son entre sí semejantes. De los nombres, los compuestos cuadran