consiguen que las consuma el tiempo antes que lleguen á estar concluidas. Los Pintores antiguos murmuraban de Protógenes, porque nunca sabia levantar la mano de lo que pintaba; y tenian razón, porque lo que se ha de procurar es poner en una cosa toda aquella diligencia de que es capaz el ingenio; pero el querer mas de lo que las propias fuerzas alcanzan, ó de aquello que conviene, mas propio es de un ánimo obstinado que diligente. Es, pues, necesario poner en todas las cosas una diligencia moderada, pedir consejo á los amigos aun al tiempo de emprender el trabajo, y llamar para que vean la obra á algunos de cuando en cuando, y de este modo podrá llegar á agradar á todos. Podemos hacer caso muy bien de las opiniones de la multitud siempre que no estemos presentes á ellas. Apeles dicen que solia esconderse detras de la tabla que presentaba al público para que hablaran con mas libertad, y poder escuchar con mas decencia los defectos que ponian á su obra. Con todo yo quisiera que nuestros Pintores oyesen sin reparo ni reserva lo que cada uno dijese francamente de las pinturas según su parecer; porque esto ayuda mucho para conocer la verdad de las cosas, y para hacerse bien quistos. No hay nadie que no se precie de poder dar dictámen sobre una obra de otro, y es menester hacerse cargo de que los dichos de los envidiosos y maldicientes en nada pueden cercenar una justa alabanza. Por esto el Pintor debe escuchar lo que diga cada uno; pero antes debe juzgar por sí mismo su obra, y corregirla lo mas que pueda.
Esto es lo que me ha parecido á propósito decir en este Tratado; lo cual si puede de algún modo ser útil á los Pintores, espero por único premio de mi trabajo que me retraten en las pinturas que hagan (N), para que de este