abundancia, sin la cual ninguna obra tiene estimación. Es particularidad verdaderamente grande y apenas concedida á los antiguos, el ser no solo excelente en todas las cosas, sino ni aun mediano: pero es menester estudiar y poner de nuestra parte el mayor cuidado y estudio en todo aquello que puede acarrearnos mucho crédito, y mucho vituperio el no saberlo. Nicias, Pintor Ateniense, pintó las mugeres bellísimamente; pero Zeuxis le aventajó, como á todos los demás en esto. Eráclides fue excelente para pintar una nave. Scrapion no supo pintar un hombre, y en todo lo demás tenia habilidad. Alejandro, el que pintó la habitación de Pompeyo, fue sobresaliente en pintar todo género de cuadrúpedos, especialmente los perros. Aurelio, como que siempre estaba enamorado, nunca pintaba otra cosa que Diosas, poniéndolas el rostro de la dama que amaba. Fidias gustaba especialmente de expresar en sus pinturas la magestad de los Dioses mas que no la belleza de los hombres. La habilidad principal de Eufranóro era pintar Héroes, poniéndolos tal aire y dignidad, que nadie le igualó en ello. Asi, pues, no todos supieron hacer bien todas las cosas, sino que la naturaleza se dividió entre todos estos ingenios, según lo que mas le adaptaba á cada uno. No por esto hemos de dejar nosotros de procurar instruirnos y ejercitarnos en todo; antes bien debemos perfeccionar con el estudio y aplicación los dotes de la naturaleza. Tampoco hemos de dejar por negligencia cosa alguna que nos pueda servir de adquirir fama. Finalmente cuando se nos ofrezca pintar una historia, imaginaremos primero el modo y el orden con que hemos de ajustar la composición, á fin de que haga el mejor efecto que sea posible; y tanteando los pensamientos que nos ocurran en el papel, examinaremos el todo y las partes despacio, oyendo el parecer de nuestros
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de Leon Bautista Alberti — 259