sea en la Pintura ó en la Escultura siempre debemos tomar por modelo y dirección algún ejemplar de los buenos para imitarle y mirarle, y al tiempo de copiarle es menester que vaya unida la diligencia con la presteza, de modo que el Pintor no levante nunca el pincel ó lapicero de lo que trabaja sin haber resuelto y determinado decididamente en la imaginación lo que ha de hacer, y el modo con que lo ha de perfeccionar; pues siempre es mas fácil enmendar en la fantasía, que borrar el error que ya ejecutó la mano. Ademas de esto, cuando ya estemos acostumbrados á copiar cualquiera cosa del natural, habremos llegado á un grado mas eminente que Asclepiodóro, de quien dicen que era el mas veloz que se conocía en pintar; porque en aquello en que mas ejercicio tenemos, está mas pronto el entendimiento, mas apto y mas vivo, y la mano cuando va guiada por regla mas cierta y segura, trabaja con mas soltura. El haber muchos Pintores tardos es porque tienen rezelo y miedo de emprender una cosa á la que no están muy hechos, y que no poseen en fuerza del estudio que hayan tenido. Y mientras que andan por estas tinieblas de los errores, van tentando y buscando el camino que han de seguir con el pincel, á manera de los tímidos ciegos que van tocando con el palo la calle que no saben. Nadie, pues, se ponga á trabajar sin haber reflexionado antes lo que va á hacer, y sin haberse ejercitado en ello mucho de antemano. y siendo la principal obra de un Pintor la historia, en donde se ha de encontrar la abundancia y la excelencia de todas las cosas, es preciso absolutamente saber pintar con perfección de todo, en cuanto alcance el entendimiento, no solo la figura humana, sino la de todos los animales, y demás objetos que percibe la vista y son dignos de mirarse, para que nadie eche menos en un cuadro aquella variedad y
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258 — Tratado de la Pintura