movimientos que siguen la misma dirección que el aire, y tienen también mucha viveza. Ademas de esto en la composición de los miembros se ha de atender á la especie, pues seria cosa muy impropia que en la figura de una Elena ó de una Ifigenia se notasen las manos de una vieja ó una labradora; ó si en la de un Néstor se hiciese el pecho de un joven, ó la cabeza muy delicada; ó si en la de un Ganimedes se le pusiese la frente llena de arrugas ó las piernas tan nerviosas como las de un luchador; ó si en la de Milon, hombre extremamente robusto, se advirtiesen las caderas y vacios muy flacos. Igualmente la figura que tenga la cara llena y abultada, será muy impropio que tenga los brazos delgados y consumidos; y al contrario, el que pintase á Aqueménides con aquel semblante con que dice Virgilio que le halló Eneas en la Isla, debe ponerle los demás miembros con la misma extenuación y debilidad, pues de otro modo seria muy ridículo (H). También ha de haber correspondencia entre los colores; pues la figura, cuyo rostro sea sonrosado y con mucha frescura, no ha de tener el pecho y brazos morenos, y de color desagradable. De este modo tenemos ya dicho lo bastante acerca de la composición de los miembros, y lo que se debe observar en cuanto á su tamaño, su oficio, su especie y su color, pues siempre es preciso que todas las cosas correspondan y convengan entre sí con arreglo á la verdad: porque no se ha de hacer una Venus ó una Minerva en trage de pobre mendigo, ni tampoco un Marte ó un Júpiter con adornos mugeriles. Los Pintores antiguos tenian cuidado, no obstante que ambos Dioses eran de un parto, de representar al uno de ellos algo mas robusto, y al otro algo mas ágil: también hacian que á Vulcano se le conociese que era cojo, por detras de sus vestiduras: ¡tanto era el cuidado que tenian
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de Leon Bautista Alberti — 235