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226 — Tratado de la Pintura

ni fama. Estos tales, si á fuerza de estudio hubiesen cultivado su ingenio, fácilmente se hubieran hecho famosos, y por consiguiente hubieran conseguido riqueza y gusto; pero basta ya de esto.

La Pintura la dividimos en tres partes, y esta división la sacamos de la misma naturaleza: pues siendo el fin de aquella representarnos las cosas del modo que se ven, hemos reflexionado las diferentes maneras con que llegan á nuestra vista los objetos. Primeramente cuando medimos una cosa, advertimos que aquello ocupa cierto espacio; el Pintor circunscribirá el espacio este, á lo cual llamará propiamente contorno. En segundo lugar en la acción de ver consideramos el modo con que se juntan las diversas superficies de la cosa vista unas con otras; y dibujando el Pintor esta unión de superficies cada una en su lugar, podrá llamarlo composición. Últimamente al tiempo de mirar discernimos con toda distinción todos los colores de las superficies; y como la representación de estos en la Pintura tiene tantas diferencias por causa de la luz, por esta razón llamaremos á esto adumbración [1]. De modo que la perfección de la Pintura consiste en el contorno, en la composición, y en la adumbracion ó clarooscuro.

Ahora trataremos de cada una de estas cosas, aunque con brevedad; y empezando por el contorno, digo que este consiste en la justa colocación de las líneas, á lo cual se llama hoy dibujo. En esta parte fue muy sobresaliente Parrasio, aquel Pintor con quien introduce Genofonte á Sócrates en conversación por la extremada delicadeza de sus líneas. En mi sentir el dibujo se debe hacer con líneas muy sutiles, que apenas las distinga la vista, asi como hacia

  1. o sea clarooscuro.