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208 — Tratado de la Pintura

negro; pues la mezcla del blanco no muda el genero del color, sino que origina otra especie diferente: y la misma virtud tiene el negro, pues con su mezcla se originan varias especies. Todo lo cual está muy arreglado á la naturaleza, pues todo color se altera con las sombras, y se hace diferente de lo que era; porque aumentándose la oscuridad se disminuye la claridad y blancura del color, y en aumentándose esta se acrecienta su esplendor. Por esto puede tener entendido el Pintor, que el blanco y el negro no son colores verdaderos, sino los trasformadores suyos, digámoslo asi. Verdad es que en la Pintura no se ha encontrado mas que el blanco para expresar el mayor grado de luz, y el negro para representar las tinieblas y su oscuridad. Ademas: en ninguna parte se hallará el blanco ó el negro, que no caiga bajo algún género de color.

Ahora tratemos de la fuerza de la luz. La luz proviene ó de las constelaciones, como del sol, de la luna ó del lucero de la mañana, ó de las luces materiales y del fuego. Entre estos dos géneros hay gran diferencia. La luz del cielo produce sombras casi iguales al cuerpo; pero el fuego las origina mayores que el mismo cuerpo. Las sombras provienen de estar interceptados los rayos de la luz; los rayos interceptados ó reflejan hacia otra parte, ó se reflejan sobre sí mismos. Reflejan hacia otra parte, como cuando los rayos del sol hieren en la superficie del agua, y resaltan al lado opuesto; y toda reflexión se hace según los Matemáticos con ángulos iguales entre sí; pero esto pertenece á otra parte de la Pintura. Los rayos que reflejan se tiñen de aquel color que encuentran en la superficie en que reflejan ó reverberan. Esto se advierte cuando vemos á alguna persona en un prado, y su semblante parece verde.

Ya he hablado de las superficies, de los rayos, del