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198 — Tratado de la Pintura

superficie, de modo que la pueda percibir la vista: pues todo lo que la vista no pueda alcanzar, nadie afirmará que tenga conexión alguna con el Pintor, pues el fin de este es imitar todo lo que se distingue con el auxilio de la luz.

Estos puntos si se fueran poniendo uno después de otro formarian una línea, la cual para nosotros será cierta señal capaz de dividirse en partes á lo largo; pero al mismo paso tan sutil, que de ningún modo se podrá hender (A).

La línea puede ser recta, y puede ser curva. Línea recta es una señal que se dirige en derechura desde un punto á otro á lo largo. Línea curva es la que se tira de un punto á otro, no por derecho, sino haciendo arco. Uniendo muchas líneas como se unen los hilos en una tela, se formará una superficie, que es el término ó extremo de un cuerpo, que se considera con longitud y latitud, que son cualidades suyas, pero sin profundidad. Estas cualidades están algunas de ellas tan inherentes en la misma superficie, que no se pueden remover de ella, á menos que del todo no se altere. Otras hay de tal modo, que subsistiendo siempre la misma superficie, hieren á la vista de manera, que al parecer queda aquella variada para el que la mira. Las cualidades perpetuas de la superficie son dos: la una es la que presenta á la vista el circuito ó termino en que se incluye, al cual llaman algunos horizonte; pero nosotros, si acaso nos es lícito, en virtud de cierta semejanza, lo llamaremos, valiéndonos del Latin, area, ó sea dintorno, el cual podrá terminarse por una sola línea, ó por varias; por una, como la línea circular; por varias, como una recta y una curva, ó por muchas rectas ó por muchas curvas. Línea circular es la que abraza y contiene en sí todo el espacio del círculo. Este es una superficie circundada de una línea como corona. Si en medio de esta superficie se hace