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VII

pública Milan, á la otra parte de la Ciudad, en cuyas aguas, que toma del rio Tesino, se navega hasta Milan, y con ellas se riega toda la campiña. Venció Leonardo todas las dificultades que se suscitaron, y por medio de muchas esclusas hizo navegar con toda seguridad los barcos por montes y valles.

No contento el Príncipe con los beneficios que hizo al Estado Leonardo como Arquitecto y como Ingeniero, quiso tambien que lo adornase como Pintor con alguna obra primorosa de su mano. Mandóle, pues, que en el refectorio de los PP. Dominicos de Sta. María de Gracia pintase la Cena de Jesucristo con los Apóstoles, cuyo asunto desempeñó Leonardo con tanta excelencia, que se miró luego como un milagro del arte. En efecto apuró en esta pintura los primores del pincel de tal modo, que todos á una voz confiesan que nada puede aventajarla ni en dibujo, ni en expresion, ni en diligencia, ni en colorido. Y en especial pintó con tanta belleza las cabezas de los Apóstoles, particularmente la de ambos Jacobos, que al llegar á la de Jesucristo, viendo que no era posible darla mayor perfeccion, enfadado la dejó en bosquejo.

Parecíale al Prior del Convento que duraba mucho la obra del cuadro, y se quejó varias veces á Leonardo de su tardanza, y aun al mismo Duque, quien hablando con Leonardo de ello, supo que solo faltaba para la total conclusion acabar la cabeza de Cristo y la de Judas; pero como no podia formar una idea justa de la infinita belleza del Hijo de Dios, no le era posible expresarla con el pincel. La cabeza de Judas, añadió Leonardo,