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La calandria o el ruiseñor de América. — 77

y su vientre blanquecino. Lejos de hacer daño en los sembrados y jardines, persigue las orugas, y en el invierno destruye las crisálidas que las harían pulular después de su transformación. Es difícil tenerla enjaulada si no se ha criado en casa, a causa quizá de ser de un natural tan vivo, que no se para jamás, pues hasta para cantar va saltando o revolando. A poco tiempo de hallarse sin libertad muere consumida de tristeza. Sin embargo, es un ave bastante familiar y con cierta inclinación al hombre, pues se la ve acercarse con frecuencia a su morada, complaciéndose en cantar a su presencia. No debemos nosotros manifestar menos humanidad y gratitud que los Americanos del Norte para con esta avecita inocente y graciosa. "Los niños (dice Audubon) en general, no tocan estas aves, que son protegidas por los labradores; y esta benevolencia para con ellas llega a tal punto en la Luisiana, que no es permitido matarlas en ningún tiempo."

Es imposible leer las brillantes páginas que aquel elocuente ornitólogo consagra al burlón, sin admirar y cobrar el más tierno afecto al objeto de su entusiasmo. "No son (dice hablando de su canto), no son las dulces consonancias de la flauta o del oboe las que escucho, sino las notas más armoniosas de la misma naturaleza; la suavidad de los tonos, la variedad y gradación de las modulaciones, la extensión de la escala, la brillantez de la ejecución, todo aquí es sin rival. ¡Ah! sin duda, en el mundo entero no existe ave alguna dotada de todas las cualidades musicales del rey del canto, de aquel que ha aprendido todo de la naturaleza, sí, todo!"

"No sólo canta bien y con gusto (añadiremos con Buffón), sino también con acción y alma: o por mejor decir, su canto no es otra cosa que la expresión