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Capítulo XI

La calandria o el ruiseñor de América


No poca confusión ha causado en la Historia natural de América el abuso que hicieron de la nomenclatura los primeros pobladores y viajeros, aplicando a las producciones de este continente, ya nombres caprichosos, ya las mismas denominaciones de las del antiguo, al más ligero rasgo de semejanza que advirtiesen entre unas y otras. De esto se ha derivado el erróneo concepto formado, aun por los doctos, de la degradación o inferioridad de las especies americanas. De ahí el juzgar al llama como un camello degenerado, y tener por un animal contrahecho al perico-ligero por haberlo observado fuera de su elemento, que es la dilatada copa de nuestros bosques, y por el ay ay de su voz, suponiendo que esta interjección de dolor en el lenguaje humano, manifestase igualmente en una bestia la triste condición de un ser condenado por la naturaleza a la desdicha. De ahí también llamar nutria al quiyá, cerdo al carpincho, oso al tamanduá u hormiguero, y dar todavía nombres no menos impropios a gran número de animales y plantas de estas regiones.