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pueda ésta suspenderse en el aire sin esfuerzo, cuál aereóstato, según se la observa frecuentemente cerniéndose entre las nubes, por largas horas, sin notable movimiento de sus alas.

Tanto la hembra como el macho son monógamos, es decir, que la unión de los sexos es singular e indisoluble, ofreciéndonos el dechado más perfecto de amor conyugal.

Aunque la unión de los sexos en los animales no parezca ser más que una necesidad física, es innegable que en algunos de ellos toma el carácter de un verdadero amor, hasta idealizarse como en el hombre, y hallarse unido a un tierno afecto independiente del acto generador. Una unión afectuosa y de una constancia y fidelidad recíproca, se nota en las águilas, las tórtolas, los papagayos, también en varios mamíferos; más donde nos ofrece lo más sublime y puro del himeneo es entre los chajaes.

Que aquellas personas cuya exquisita sensibilidad busca con tanto interés y encuentra con tanto placer las tiernas afecciones de algunos seres felices que, en medio del inmenso conjunto de la creación, la naturaleza parece haber querido privilegiar con el don del sentimiento, escuchen por un instante lo que algunos observadores refieren del ave singular que nos ocupa.

Sepan que entre los numerosos habitantes del aire, cada uno de los cuales según su especie nos presenta un remedo o simulacro de alguna de las pasiones del hombre, hay uno que reúne en grado heroico todas las inclinaciones afectuosas del corazón humano.

Los chajaes, por una elección mutua, se unen