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62 — El Tempe Argentino.

onomatopeya, es decir, a imitación de su grito peculiar, que ambos repiten con voz resonante. El chajá tiene un copete y dos fuertes espolones en cada ala como el terutero, de los cuales se sirven para alejar de sus crías a las aves de rapiña y todo animal que pueda incomodarlos. Uno y otro anidan en el suelo al raso (el chajá suele armar sus nidos en las lagunas); no gustan posarse sobre los árboles, y viven siempre en descampado; ambos ponen cuatro huevos, los del terutero pintados, los del chajá blancos y mayores que los de pava.

Los polluelos de las dos especies salen del huevo revestidos de un simple vello, y siguen a sus padres desde que dejan el cascarón.

Considero a los dos muy domesticables, y lo mismo al picaflor, pero dejándolos en libertad como las palomas, los urubúes y las cigüeñas. El terutero conservará los jardines y las huertas libres de hormigas y otros insectos perjudiciales, y el chajá preservará nuestros ganados y nuestras aves de los estragos que hacen las de rapiña. En el Brasil se sirven del kamichi (especie análoga al chajá) para defender las aves domésticas. Azara vio diversos chajaes criados desde chicos en las poblaciones rurales del Paraguay, que se habían avezado a la vida casera lo mismo que las gallinas.

Los teruteros, y también el mismo picaflor, contribuirían a ahuyentar a los rapaces de mayor pujanza; aquellos por su unión en el ataque, y éste por su audacia.

Obsérvese bien, la naturaleza dota siempre a sus criaturas de todos los medios conducentes al fin que las destina; y las presume suficientemente para su conservación. A las aves de rapiña las ha dotado de un vuelo raudo y de una vista perspicaz, a la cual