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y ha quedado muy tranquilo. El mismo picaflor ha sacado sus polluelos y se los he quitado para criarlos con agua azucarada, sin que los padres dejasen de venir a traerles el sustento acostumbrado, hasta que ya crecidos, los he dejado tomar el vuelo libremente. Un pajarillo tan aéreo, tan voluble, tan extraordinariamente rápido en su vuelo; que jamás baja al suelo; que voltejea sin cesar; que nunca se detiene un minuto entero en una rama, ¿podría avenirse al estrecho recinto de una jaula? Tal vez se lograría conservarlo en una pajarera cubierta interiormente de gasa, para que el aturdido no se estrellase contra los alambres.


Buffón cita un ejemplo referido por Labat, de mucho interés para el estudio de la índole de esta inocente avecilla. "El P. Montdidier puso dentro de una jaula un nido de colibríes en la ventana de su cuarto a donde venían sus padres a darles de comer. Llegaron estos últimos a domesticarse en términos que no salían casi nunca del aposento, en donde sin jaula y sin opresión venían a comer y dormir con sus hijuelos. No pocas veces he visto yo a los cuatro sobre los dedos del P. Montdidier, cantar como si estuviesen posados sobre la rama de un árbol. Los alimentaba con una masa muy fina y clara hecha con bizcocho, vino de Málaga y azúcar. Sobre esta pasta pasaban ellos la lengua y cuando estaban satisfechos, revolaban y cantaban. Nunca he visto una cosa más amable que estos pajaritos, que giraban por todas partes dentro y fuera de la casa, y que volvían apresurados, no bien oían la voz