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54 — El Tempe Argentino.

saltar de risco en risco, para sujetarse a la vida sedentaria del establo; la oveja, de clima frío, como lo indica su vellón, se acomoda a todos los temperamentos, y hasta se vuelve ictívora; el caballo soporta todos los climas, y llega a hacerse omnívoro como su señor; el búfalo y el toro, dóciles a la voz de un niño, conducen enormes pesos; el camello se postra de hinojos para recibir la carga; la abeja ha perdido su innata afición a los bosques, y no los busca ya, por más que goce de la libertad del vuelo, y no perciba nada de su señor en retribución del tesoro de sus panales; la paloma casera, bien que dueña de su albedrío y de sus alas, jamás se aleja de la habitación del hombre, aunque no reciba de su liberalidad un solo grano.


Otras muchas especies, como si se hallasen dominadas de una invencible inclinación a la compañía del hombre, constantemente rodean y aun ocupan nuestras casas, aunque sin renunciar a la independencia; y nos son útiles persiguiendo los insectos que nos molestan, o recreándonos con sus cantares. De este número son las golondrinas, el pinzón, la tacuarita, el picaflor, la calandria y el jilguero.

¿De dónde proviene esta domesticidad, sino de la índole del animal? ¿De dónde, sino de una inclinación instintiva a la compañía del hombre? ¿De dónde esa incompresible facilidad de renunciar sus propensiones naturales, para amoldarse a las nuestras? ¿De dónde esa buena voluntad para servirnos, que les hace soportar con gusto las más